lunes, 8 de agosto de 2016

El Ruido y la Furia (o la falta de)

Con todo lo que está pasando en el enfermo y triste mundo, tenemos la necesidad de encontrar un poco de oxígeno. Algo que nos dé la satisfacción de porqué seguir acarreando los problemas y aventuras a las que nos dedicamos día con día.



Un pulso muy importante de cada pueblo se encuentra entre su gente joven, aquella gente que encuentra en su futuro algo tan difuso como esperanzador. Y es tan necesario escuchar con atención ese pulso, como lo es respirar. He tenido la fortuna de tener ese pulso frente a mí, personificado en todo tipo de gente, que vienen de cualquier tipo de lugar y que se dirigen a una infinidad de lugares. He tenido la doble fortuna de tener dos tipos de pulsos frente a mí, al mexicano, en específico la población de la CDMX (no me gusta nada este acrónimo) y el de un puñado de jovenes chinos. Ya sea en privado o en grupos, es muy interesante escuchar lo que ellos creen del mundo que los rodea (porque a esa edad crees todo lo que no ves). 

Más allá de los modales personales, lo que sabemos del mundo a tan corta edad es lo que nos presenta la tele o el internet. Aquellos afortunados que pueden salir cada vacación al extranjero, pueden ver dulces diferentes o un ratón que usa pantalones y guantes. Lamentablemente esos anteojos no se quitan cada que salimos al extranjero por dos semanas y vamos a la playa o vamos de compras ("shopping" no, por favor no) a Laredo o Austin, o de plano un mes a Europa y tomarnos una foto sosteniendo la torre de Pisa y si somos lo suficientemente afortunados una tarde exquisita en Campos Eliseos. Ah, porque eso sí, ni pensar en ir a Guayaquil, Rosario, Sucre o Fortaleza (¿dónde queda eso?).



Esos anteojos míopes sólo nos los quitamos cuando vivimos fuera de casa. Cuando te das cuenta que no puedes levantarte a las tres de la mañana y salir placenteramente a la esquina por unos tacos de suadero y que cuando sales a la calle los niños te gritan: ¡Laowai! (extranjero en chino). ¿Es importante quitarnos esos lentes? En mi humilde opinión, sí.

¿Por qué? El quitarnos esos lentes no nos hace mejores, no nos hace tenedores de la verdad ni mucho menos súper humanos. Hace que pensemos en lo que dejamos atrás, hace que veamos lo que tenemos alrededor y hace que veamos hacia dónde vamos con mucha más facilidad. Si eres lo suficiente afortunado encontrarás tu camino, y si eres iluminado encontrarás el de tu pueblo. 



Con el pretexto de conocer el pulso de mis jovenes estudiantes, siempre les hago preguntas sobre la cultura de China. La alimentación que obtengo de ello me hace creer que el humano está hecho para salir, migrar. Nuestra generación y ls que vienen abajo no sólo tienen las ganas, sino la obligación de salir, de conocer. Usted que está leyendo esto, no le es válido decir: no lo sabía, no puedo. Usted  señorit@, tienen la obligación de preservar este planeta, de leer, de cultivarse, de amar, de caer y levantarse, de aprender y enseñar, y sobre todo, de dejar el molde que el aparato quiere/necesita de nosotros.

Mismo ejercicio he hecho con mis jóvenes chinos, pero no sólo específicando un país, sino a los otros dos tercios de planeta que les sobran. Los que hemos vivido en China, sabemos que una persona normal es un tanto inculta y hasta cierto punto, institucionalmente racista (como muchos miles de millones en el planeta). El porqué radica en su escala de valores, en el cual es mucho más apreciado tener buenas calificaciones que en saber (¿se les hace familiar?) Esta escala de valores los hace estudiar de 7 a 9 todos los días, los hace no tener vacaciones y a escoger ser entre doctor o abogado y un empresario éxitoso (todo esto es recogido de entrevistas que he hecho yo). La gran mayoría de mis alumnos han ido al extranjero, son afortunados que sus padres tienen tanto dinero que pueden ir a Paris, tomarse una foto con la Mona Lisa y hacer las compras o de ir a Nueva York y no ir a la Estatua de la Libertad (les suena familiar, ¿verdad?)

¿Qué saqué de esto? La humanidad tiene, entre tantos otros, un problema en común: unos lentes que sólo se quitan cuando vives fuera de tu casa. 

-"¿Qué comiste en Roma?"  -"Comida china."
-"¿Te gustó Japón?" -"No, viven muy diferente a nosotros."
-"¿Qué hicieron en San Diego? -"Ir de compras."
-"¿Dónde está Brasil?" -"En África." -"¿Qué idioma hablan en Brasil?" -"Inglés." -"¿Qué comen en Brasil?" -"Comen lo mismo que en México." - "¿Y qué comen en México?" -"Insectos." (Esta última es de mis preferidas)



El ciclón de la juventud no se debe parar ni controlar, se debe guiar. Me da mucha pena de los adultos que moldean personas para que vivan en 24 horas, todo lo que deben vivir en años. De aquellos padres que se gastan sus salarios de tlatoanis del barrio o de macehuales en sólo ir de compras y malbaratar el planeta en el que vivimos.

Usted señorit@, sea de donde sea, tiene la obligación de dudar y preguntar, de no conformarse con lo que sabe y ha visto. Que el fin de su infancia no sea a base de sometimiento ni represión. Y si usted ya lo ha vivido y dice como la Negrita: "Que viajar a veces no es mejor, que quedarse al sol es lo mejor." Pues en ese momento, usted tendrá la razón. Pero a saber que usted ya lo experimentó y sabe lo que es extrañar una orden de tacos al pastor como yo ahora lo estoy sintiendo. 



Y recuerde, siempre, que leer es tan importante como vivir, ya que evitará que usted diga burradas como: "si eres vegetariano no puedes desarrollarte bien",  "los homosexuales no pueden criar niños",  "mi religión es la única y verdadera", o creer que le puedes decir a los demás qué hacer o cómo comportarse en general.

Hay que salir al balcón y sacudirnos los moldes. Un mundo nos espera, no hay tiempo que perder.