lunes, 11 de abril de 2016

Hay muy poca gente



“…esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída.” J. C.

Tú y yo nos habíamos despedido hace mucho. No recuerdo exactamente la fecha ni el lugar, pero ya habíamos sentenciado que nada sería igual. 

No sé si fue aquel día en el hospital o mucho antes, quizá cuando éramos adolescentes y veíamos un mundo de color más pálido que con el que veo ahora. A través de ti conocí muchas cosas, estuviste presente el día que supe lo que era decir adiós; también estuviste la primera vez que me enamoré y que me rompieron el corazón. 

El primero de esos momentos fue en la niñez, fue cuando decidieron tomar un camino diferente y alejarse del ajetreo de la ciudad más grande el planeta (nada reprochable si consideramos el deterioro de esa ciudad ahora). Recuerdo pocas cosas de esa época (en realidad recuerdo pocas cosas de todas las épocas, vividas o no vividas), pero las cosas que más recuerdo son los jardines interminables, los perros que mordían y las excavaciones que nos llevarían a ser el Dr. Grant.

Los tazones de sopa de cristal opaco y después las tardes de patear el aire. Siempre tuviste un aire de gracia, algo que nunca logré comprender. No sé cómo era posible que alguien pudiera tener una sonrisa siempre, con cualquier motivo o sin tener alguno. Siempre fuiste mejor para el 64 que yo, lograbas acabar antes todo, mientras que yo tardaba eternidades. 

Cuando te fuiste, todo a mí alrededor cambió. No había con quien jugar más. Decisiones no hechas por nosotros que cambiarían, presumiblemente más tu mundo que el mío. 

Ahora, en vez de reunirnos 3 o 4 veces a la semana, era una vez al año. Esos veranos húmedos y calientes, llenos de un sofocante ambiente creado por el sol y las barrancas del lugar. Boliche, carreras en go-kart, películas; y una vez más, videojuegos.

Pasado el tiempo, entró la normalidad en todo mundo, crecimos y encontramos diferentes gustos en música, literatura, cine, estudios… Y llegó el segundo momento más importante de mi vida hasta ese momento, estaba encarnado en dos ojos cafés, piel blanca y cabello castaño. Gracias a ti, encontré algo que jamás había encontrado. 

El cómo haya acabado, es una historia muy diferente. Pero siempre será muy significativo esa tarde, en la cual cambiaría mi perspectiva del mundo en el que vivimos.

En esa época también comenzaba a tener sueños con guitarras eléctricas y baterías, me agotaba el simple hecho de salir de la zona habitacional (ahora recuerdo al taxista que alguna vez nos llevaba y traía…) Y aquellas noches en las que salíamos y nos sentábamos en una banqueta y platicábamos de nimiedades, mientras con la mirada repasábamos el cielo y la poca humedad que quedaba del día.

El verduzco en lo alto de dos cachetes redondos y blancos que terminaban en una mata entre amarillo y café. El excelente prototipo del “güero” mexicano, aquel personaje que todos querían ser por su color de piel, pero que nadie, absolutamente nadie, siquiera se acercaba al carácter que tú tenías. 

Cada año yo te escribía para desearte feliz cumpleaños, de paso preguntaba por ellos y me sentía sorprendido de que ellas de ser unas infantas, pasaron a entrar a una universidad. La sorpresa para mí está en que para mí, el tiempo se quedó parado en algún momento entre 1999 y 2005. No hubo más allá de eso. Todo lo que pasó después, simplemente no existe. 

Hasta que llegó viernes para mí. Ese viernes en el que me levanté de tan buen humor, sin saber que durante mi sueño, tú ya planeabas crear un 2016 en aquel tiempo que nunca se movió para mí. Una nueva entrada. Al igual que me pasó años antes en otra situación, al inicio no sabía nada. Era un perro perdido en un mundo de calles, gente y motonetas eléctricas.

Era una incredulidad bárbara. De no saber qué hacer, ni rezarle a Confucio hubiera valido. De todas las casualidades de la vida, de la tuya y la mía, es que yo pude haber estado ahí si tan sólo… Pero nunca existió ese “si”. Y no se remonta a mi decisión de no ir a una boda; o de venir a hacer una maestría en no sé qué cosa; o estudiar un idioma pictográfico; o terminar con ella; o ir a Chiapas; o ir a ver Buscando a Nemo; o tomar un examen de Tae kwon do; o ver por primera vez Toy Story… O quizá sí tenga que ver todo eso. 

El concepto de casualidad o destino aún nos está volviendo locos. Y tú, ya eres los dos. 

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